La novela sin ficción

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El Impostor, por Javier Cercas
Literatura Random House, Barcelona 20144

Un catalán que escribe en castellano, Javier Cercas es novelista que se sometió, para este libro, a una regla especial: El Impostor sería una «novela sin ficción».  Es una idea interesante: no se trata de una obra periodística que utiliza las técnicas narrativas de la ficción, sino de una novela en la que el autor se ha privado de una herramienta esencial, podría decirse que la herramienta definitoria de su oficio: la licencia para inventar, para elucubrar cosas, para ajustar los detalles del mundo narrativo sin otra razón que la de hacer un cuento mejor. ¿Por qué limitarse tanto? Porque su principal sujeto, Enric Marco Battle, era un impostor, un mentiroso empedernido, que ya había inventado una historia vital tan llena de falsedades que Cercas llegó a la conclusión de que su deber como narrador era descubrir la incómoda verdad que se escondía tras los relatos inventados por Marco.

Enric Marco Battle recibiendo la Creu de Sant Jordi, 2001. Retirada 2005
Enric Marco Battle recibiendo la Creu de Sant Jordi, 2001. Retirada 2005

Estas nuevas reglas —decir sólo la verdad, no inventar nunca las cosas, encontrar los hechos detrás de las mentiras— parecen haber sido una carga para Cercas, que comparte abiertamente (y quizás excesivamente) con el lector. A lo largo de El impostor, Cercas pasa página tras página reflexionando sobre las diferencias entre lo real y lo ficticio, así como cavilando sobre su propia valía como escritor y sus propias motivaciones para contar esta historia. También se preocupa sin fin por la ética de la relación entre el autor y el personaje principal, la cuestión de quién seducía a quién: Enric Marco, su deshonrado antihéroe, era un estafador encantador, y aunque Cercas se resistía a los juegos manipuladores del impostor, tuvo que preguntarse si su propio papel podría convertirse en uno de traición. Como entrevistador, Cercas se esforzó por construir una especie de amistad con Marco, sabiendo muy bien que si escribiera el mejor libro que podía escribir —el que tenía el relato más dramático y el análisis más penetrante— podría, al publicarse, destrozar al hombre y a su familia.

Hay tantas nimiedades metanarrativas que a veces parece que el propio Javier Cercas se ha convertido en el protagonista, que el lema de El impostor podría ser: un novelista de mediana edad supera una crisis de identidad profesional escribiendo un libro sobre un impostor. Sin embargo, en última instancia, Javier Cercas, como personaje y como autor, consigue en gran medida su propósito: encuentra los hechos detrás de las mentiras, escribe un libro fascinante que relata la triste y turbadora historia de Enric Marco Battle, un hombre enérgico, inteligente y carismático que deseaba desesperadamente ser el protagonista de un cuento mejor que lo que realmente vivió.

Enric Marco resulta ser un tipo corriente que vivió tiempos caóticos y que se enfrentó a una adversidad extraordinaria desde el principio de su vida. Los hechos verificables de su vida, descubiertos por Cercas, incluyen: 

  • Su nacimiento en un manicomio, donde su madre, diagnosticada de esquizofrenia, había sido abandonada.
  • Su infancia con parientes. 
  • Su labor, durante su adolescencia, en una fábrica que fue gestionada según los principios  anarcosindicalistas en Barcelona.  
  • Su incorporación como muchacho de quince años en el ejército de la República. 
  • Su presencia al borde de algunas batallas. 
  • Su regreso pasivo a Barcelona después de la victoria de los falangistas. 
  • Su trabajo como mecánico. 
  • Su éxito por varios años evitando el reclutamiento de las fuerzas armadas de la dictadura. 
  • Su decisión, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando al final estaba enfrente del prospecto inmediato de servicio en los marineros españoles, de tomar un puesto en una fábrica en Alemania, en el apoyo voluntario del esfuerzo bélico Nazi.
  • Su detención en Alemania, posiblemente por jactarse de sus acciones durante la Guerra Civil española. (Los Nazis no podían distinguir —o no tenían ningún deseo de distinguir— entre los anarquistas y los comunistas.) 
  • Su estancia de algunos meses en una cárcel cotidiana en Alemania. 
  • Su liberación inexplicable (o inexplicada) de la cárcel. 
  • Su regreso a España justo antes del fin de la guerra. 
  • Su trabajo, después de la guerra, como mecánico otra vez. 
  • Sus matrimonios —o sea más exacto—  su hábito de encontrar una nueva mujer, adoptar a su familia y conseguir ser adoptado por su familia, sólo para dejarlos a todos de repente. 
  • Su breve carrera en los 50 como comerciante viajero, vestido en traje y corbata, frecuentando clubes nocturnos y gastando dinero con prostitutas. 
  • Su detención por robo a su empleador para pagar las deudas de esta vida. 
  • Su regreso a la clase obrera después de la cárcel, esta vez en un nuevo barrio, con una nueva mujer y una nueva familia adoptiva. 
  • Su vida tranquila en los 60. 

En los primeros años de los 70, durante los últimos años de la dictadura franquista, Marco se veía en el centro de un corrillo de admiradores jóvenes, estudiantes universitarios quienes lo consideraban como un auténtico intelectual de la clase obrera.  Les dejó creer que era un socio de la resistencia aún activa, un hombre que siempre se apresuraba a reuniones secretas de las cuales él no podía decir ni pío y que de hecho nunca se realizaron.  Después de la muerte de Franco, entre el comienzo de una nueva época en España, subió rápidamente al liderazgo del CNT, el sindicato anarcosindicalista recién re-legalizado, su ascensión ayudado por la fama, entre los jóvenes, como un partidario que había seguido operando en España durante las décadas de peligro mortal, a diferencia de la gran mayoría de los activistas de CNT, quienes habían estado esperando en Francia el fin del Franquismo.  Hoy, hay videos en YouTube de Marco dando discursos a miles de sindicalistas en una plaza de Barcelona, pero su trayectoria como jefe no duraría:  pronto perdería su posición en una lucha interna.

No tardó mucho hasta que encontró una nueva salida para sus talentos y energía. Con una nueva esposa y una familia joven, se vio un hombre retirado con niños en edad escolar, y le sacó jugo a la situación en la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos de Cataluña (FAPAC). A muchos colaboradores con la asociación les quedaba la impresión de que Marco era el presidente (o algo así), aunque en verdad era más bien solo un hombre jubilado con mucho tiempo libre, un voluntario sin puesto, el tipo que asumía todas las tareas. 

Desde los 60 hasta los 90, las mentiras de Enric Marco habían sido así: una exageración acá, una sugerencia de algo importante allá: engaños pequeñísimos que en general eran nada comparados con lo bueno que hacía. Su paso por la cárcel en los años 50, que podría haberle tachado de poco fiable, era un secreto privado, desconocido para sus amigos y familiares actuales, casi como si nunca hubiera ocurrido.

En 1999, con sus hijas crecidas y su papel en FAPAC terminado, viajó a Alemania. Allí se enteró de lo poco que permanecía de su estancia durante la guerra: ni la fábrica donde había trabajado, ni la cárcel donde había estado recluido. Luego, en una visita turística al campo de concentración en Flossenburg  —un campo en que habían internados pocos españoles— miró un nombre en una lista, lo identificó como el suyo, y achacó la diferencia de varias letras por la mala destreza de los Nazis al escribir español. Desde este momento, empezó a construir una nueva historia personal, una más adecuada para su apetito por el protagonismo, una que mezclaría detalles de su detención en una cárcel común de Alemanía con imágenes y escenas prestadas de películas y libros sobre el Holocausto. 

Al poco tiempo, Marco estaba aplicando sus energías y su carisma en una nueva organización, la Amical de Mauthausen, un conjunto de españoles que habían sobrevivido a la deportación a los campos nazis, especialmente al de Mauthausen, en Austria. A diferencia del campo de Flossenburg, Mauthausen se había llenado de españoles, republicanos que habían luchado en la resistencia francesa y fueron capturados tras la caída de Francia.  Cuando Marco se unió a la Amical, la mayoría de los otros miembros tenían unos 90 años, mientras que él mismo era una década más joven, y mucho más enérgico. Rápidamente ascendió a una posición de liderazgo. En los años siguientes, Enric Marco recibiría toda la atención que deseaba: premios, artículos, reuniones con políticos y ceremonias solemnes. 

Los focos siguieron brillando hasta 2005, cuando un historiador publicó su descubrimiento de que Marco nunca había estado en el campo de Flossenburg, salvo como turista, y su fama estalló de repente en escándalo.

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Category: En español